martes, 16 de diciembre de 2008

El impúdico exhibicionismo

Primera entrada de esta bitácora... Aunque quizás, una vez más, tampoco por mucho tiempo. En cualquier caso, quiero en este post reflexionar sobre un par de ideas -no necesariamente conexas, la verdad.

La primera de ellas es, me pregunto yo, por qué es este el (¿tercer, cuarto?) intento de mantener abierto -y actualizado- un blog. O más bien: ¿Qué tiene de inquietante esto de publicar una bitácora como para que me eche atrás tantas veces? Uno ha de suponer que cuando alguien se molesta en escribir, contar, compartir a través de un blog, es porque realmente tiene algo que aportar a los demás...
Siendo sinceros, ha de reconocerse que no son pocos los blogs originados por este motivo y, afortunadamente, la Web 2.0 ha permitido la generación, no sólo de amplias redes sociales, sino, sobre todo, de una amplitud de información de muy diverso signo, abierta, compartida, ampliada y ampliable. Por mi parte, todos los intentos previos -y en parte, también éste- por crear un blog, se han visto motivados en este sentido. Ahora bien, y sin ser menos sinceros -esta vez conmigo mismo-, no viene mal hacer un poco de autocrítica de vez en cuando. Si todos los intentos anteriores han fallado, no ha sido sólo por falta de tiempo para actualizar las entradas, sino, más bien, porque en más de una ocasión -y no pocas- he dudado de tener, primero, contenido relevante que compartir y difundir; y segundo, ganas, interés o necesidad de incluirme e implicarme en esa ciber-"red social".

Vale, sí. Esas son las causas intelectualizadas; pero no todas son esas. Hay algo de lo que, visceral e intuitivamente, siempre he procurado huir. Me explico: El desarrollo de la Web 2.0 ha traído consigo algo más; no sólo esas cosas tan "estupendas y bonitas" que nos cuentan desde sus cátedras los teóricos de la información y la comunicación (¡Perdón, con mayúsculas!: Información y Comunicación... ¬¬). Como todo, o casi todo, lo bueno y útil (y no siempre coinciden ambos términos -algún día me detendré sobre eso-), se ha frivolizado para abarcar en su seno una serie de funciones (disfunciones) que hacen que estas tecnologías, más allá de su sentido originario, se conviertan en una hitchcockiana ventana indiscreta. Y sí. No dudo de que, hoy en día, una de las motivaciones que gravitan con más fuerza en la creación de blogs, comunidades de todo tipo y demás inventos que recuerdan al panóptico de Foucault (no voy a poner ejemplos...), es cierta ánsia por exhibirse impúdicamente -a veces, incluso, obsesivamente.
Parece que, como si nos fuera la vida en ello, como si -más allá de la necesiad de aportar algo a alguien, de compartir o comunicar- lo único importante fuese convertir los 15 minutos de fama televisiva por los que abogaba (¡irónicamente!) Andy Warhol en una "ciber-eternidad" prolongada en la red de redes. Sólo exhibiendo al público anónimo lo bien que uno vive y se lo pasa, los buenos amigos que tiene, las fiestas tan geniales que uno celebra, etc., parece que pueda realizarse en el mundo "2.0". No se realiza uno por sí mismo, sino por la publicación de su vida -en su mayoría, idílicamente imaginada, aunque también existe, claro está, la versión "emo" autocompasiva. El caso es que ese exhibicionismo ha sido, casi siempre, superior a mis fuerzas, y temiéndome muchas veces caer en lo que más denostaba, he acabado abandonado una y otra vez mi faceta de blogger (en las redes de las comunidades virtuales -Dios, ¿quién?, me salve-, no he caído).

Pero bueno, retomando el tema. Como se puede apreciar, y considerando justamente lo previo, esta primera entrada del blog constituye un caso paradigmático de contradicción performativa (inadecuación entre lo que se dice y se hace). Pues, no nos engañemos, plasmar este tipo de pensamientos en una bitácora de éstas no deja de ser exhibicionismo cuando tales pensamientos no aportan -ni pretenden aportar- contenido alguno y bien podrían ser reservados a las hojas de un diario quinceañero. ¿Y entonces? Entonces, nada. Simplemente que, pensándolo un poco mejor, he llegado a la conclusión de que todos (sí, todos) somos un poco exhibicionistas. Y si bien eso no significa que tenga de gustarme, tampoco ha de ser óbice para que, con cierto sentido del humor, me ría de mí mismo y conmigo mismo. Y de paso, si mientras me paseo desnudo -provocando unas veces, otras no- se me ocurre algo con lo que aburrir a la gente, pues... ¡bien venido sea!

Sólo una nota más al respecto. La RAE, con su gran elocuencia, define el exhibicionismo en su primera acepción como "prurito de exhibirse"; así que nada: nos vamos a buscar en "exhibir" y encontramos:
(Del lat. exhibere)
1. Manifestar, mostrar en público.
2. Der. Presentar escrituras, documentos, pruebas, etc., ante quien corresponda.

Así que, no sólo manifestarse y mostrarse uno mismo a los demás con acerbo y sentido de la exelencia es exhibicionismo, sino que, en términos jurídicos, también es el hacerlo por escrito y convirtiéndose el yo personal -sujeto-, en un yo "letrificado" que da pruebas de sí en tanto que pensamientos... ante "quien corresponda" ( ante quien le de la gana de leer el blog, obvio).

En conclusión: Dado que poco puedo aportar, soy un exhibicionista con todas las de la ley. U_U