jueves, 30 de julio de 2009

Teoría Feminista (V): "Teoría política feminista"

Retomando la serie de entradas dedicadas a este tema, y recordando algo que ya se ha señalado en posts anteriores, conviene volver a mencionar que la Teoría Feminista ha de definirse como praxis, es decir, como una interrelación entre lo teórico y lo práctico; y por ello, hemos de hacer constar que, en una labor de deconstrucción y reconstrucción, el pensamiento feminista mantiene una estrecha relación con la teoría política –y las denominadas “políticas de género”- como medio para el empoderamiento de las mujeres. En este sentido trataré en este post de presentar: I) la relación de la crítica feminista con las tradiciones políticas marxista y liberal; II) las críticas que se dirigen contra estas tradiciones políticas; y III) la propuesta que nos proporciona el denominado feminismo radical, en tanto que teoría política.
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Respecto al marxismo, es un lugar común la crítica que se dirige contra la separación que éste realiza entre producción y reproducción, pues con ello se excluye a la mujer de los procesos de liberación y emancipación. Mientras que desde la teoría marxista la producción se refiere a la esfera del trabajo, siendo precisamente a través de éste como se consigue la emancipación de los trabajadores de la alienación que el sistema capitalista crea, de forma paralela se podría construir un equivalente en el proceso de liberación de las mujeres desde la premisa de la reproducción: sería ahora la sexualidad la causa de la alienación de las mujeres y, por tanto, tendría que ser a través de ésta –de la sexualidad- el modo de conseguir la emancipación de las mujer. No resulta extraño, pues, algunas feministas marxistas, considerando a las mujeres como clase oprimida –desde el presupuesto de una analogía entre la expropiación de la sexualidad y la del producto excedente del trabajo- consideren la huelga sexual como mecanismo eficaz de emancipación comparable a la huelga general de las clases trabajadoras.
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Por su parte, Linda Nicholson intenta reconceptualizar el proceso de emancipación de la mujer mostrando también algunas de las contradicciones y límites que se generan dentro de la teoría marxista. Por un lado, se reconoce que el modo capitalista de producción (caracterizado por la “desfamiliarización” de la producción y su inclusión en la esfera pública, mientras que la reproducción y el consumo quedan relegados al ámbito de la familia y la esfera privada), es contingente e histórico; pero por otro, la teoría marxista intenta generalizar en toda cultura y momento histórico las categorías de producción y economía propias del capitalismo. Con ello, considera Nicholson, se obvia lo amplio de las actividades femeninas tradicionales, con lo que el “género” acaba siendo irrelevante en la consideración de clase y en el proceso de emancipación ideado por el marxismo.
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Respecto a las sociedades capitalistas/liberales modernas, desde la teoría política feminista se dirigen interesantes críticas y relecturas contra la escisión entre esfera privada y esfera pública, en especial la realizada por Habermas. Éste considera que las sociedades modernas se caracterizan, no sólo por la oposición privado/público, sino por la coexistencia de dos mundos diferentes y complementarios: el sistémico, caracterizado por la razón estratégica y en la que se incluye los sistemas político y económico; y el mundo de la vida (lebenswelt), definido por el predominio de la razón comunicativa propia de la sociedad civil y el ámbito familiar. Sin embargo, estas distintas formas de sociación, en el modelo habermasiano, no corresponden en igualdad de términos a la distinción entre público y privado. Así, en el modelo habermasiano la esfera de lo sistémico (la política y la economía) excluye de sí cualquier modo privado de sociación donde, de forma tradicional se encuentran insertas las mujeres en tanto que relegadas al ámbito de lo privado y la familia. Con ello, pues, se excluye precisamente a la mujer de los ámbitos políticos y económicos. Desde la teoría feminista, por tanto, resultan obvias las críticas que se dirigen contra este modelo:
"Según Fraser, ello [la separación público/privado] es una mistificación de las relaciones género-poder, que constituye el subtexto [de género] de la economía moderna y del estado; Young ve una represión de la diferencia de las mujeres y su exclusión de lo público; Benhabib critica la trivialización resultante de las aspiraciones y perspectivas morales de las mujeres [dado el dominio de una razón basada en el “otro generalizado”], mientras que Markus desvela el doble vínculo que existe entre el hogar y el trabajo y que es resultado de esta dicotomía."
(S. Benhabib y D. Cornell, “Más allá de la política de género”, 1987: 20)
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Por su parte, Kathleen Barry y el denominado "feminismo radical" realiza su propuesta propia como teoría política, siendo su objetivo explícito la subversión de las estructuras de dominación patriarcal mediante una lucha decididamente política. Por tanto, otorga un gran peso al papel de la acción y el activismo feminista en tanto que praxis: aunque el principal aporte del feminismo radical consiste en la explicación del poder patriarcal como subordinación y dominación sexual de las mujeres, no se limita a una mera construcción teórica, sino que da gran importancia a la desprivatización de tal explotación al tematizarla pública y políticamente a través de campañas concretas (como en el caso de la prostitución).

miércoles, 22 de julio de 2009

Feuerbach: "El hombre es lo que come" (II)

Pues como quien no quiere la cosa, ya han pasado dos meses desde la última entrada quedando, además, pendiente un post sobre la famosa sentencia feuerbachiana que afirma que "el hombre es lo que come" (Der Mensch ist was er isst). Y como lo prometido es deuda -dicen- no podría dejar sin responder la interpretación que hago de dicha sentencia siguiendo, como es obvio, las propias afirmaciones de Feuerbach.
Ya, en la entrada anterior a este respecto, había manifestado que el materialismo feuerbachiano -al que se refiere, obviamente, la susodicha sentencia- no puede ser interpretada ni en un sentido reduccionista, ni en uno mecanicista y, aún menos -lo que sería un agravio anacrónico al pensamiento de Feuerbach- como un materialismo histórico, tal y como pretende hacer ver Antonio Gramsci. Quedaba en el tintero, por tanto, el esclarecer a qué se refería entonces Feuerbach con la ya mencionada frase.
En primer lugar, y para esclarecer el punto que nos ocupa, conviene tener presente y recordar -cosa que nunca viene de más- que cualquier ejercicio de exégesis requiere de una adecuada contextualización y por ello voy a referirme de forma directa a dos opúsculos de Feuerbach en los que hace referencia a dicha sentencia. Así, en su obra de 1850 Die Naturwissenschaft und die Revolution (= "La ciencia natual y la revolución"), introduce Feuerbach el tema de su materialismo antropológico en los siguientes términos:
"El ser es uno con la comida; ser significa comer; lo que es, come y es comido. Comer es la forma subjetiva, activa, del ser; ser comido, la forma del ser objetiva, doliente. Pero ambas indisociables. En la comida se realiza por ello el concepto vacío del ser y se manifiesta el sinsentido de la pregunta de si ser y no-ser es idéntico, es decir, de si comer y hambre es lo mismo" (Sämtliche Werke, X, 14)
Detengámonos un momento en esta cita. La primera parte parece una perogrullada: claro que el ser es uno con la comida, que todo ser corpóreo, en tanto que tal, es susceptible de ser comido. Nótese, en cualquier caso, el carácter de "ser objetivo" atribuido al sujeto (=ser convertido en alimento) en tanto que doliente, es decir, en tanto que referenciado a un sujeto que desempeña el papel del momento subjetivo en la relación dialéctica heredera del hegelianismo. A este carácter dialéctico (referencia indudable a Hegel) se refiere, pues, la segunda parte de la cita cuando relaciona los momentos subjetivo y objetivo -comer y ser comido- con el problema de la identidad del ser y del no-ser.
Ahora bien: ¿Por qué esta preocupación de Feuerbach por afirmar algo consabido y conocido, que todo ser corpóreo come y es susceptible de ser comido? ¿En qué radica esta preocupación por el ser sensible? Bien se podría contestar a estas cuestiones haciendo referencia a otras obras "mayores" de Feuerbach, pero prefiero seguir con la que nos ocupa para no disgregar en demasía. Así, también en el opúsculo de 1850 afirma Feuerbach -y cito:
"Sólo el nutriente es la sustancia; el nutriente [es] la identidad de espíritu y naturaleza. Donde no hay materia grasa alguna, no hay carne; pero donde no hay materia grasa allí tampoco hay ningún cerebro, ningún espíritu: y la materia grasa procede sólo del nutriente. El nutriente es el spinoziano En kai Pan [=Uno y Todo], lo que todo lo abarca, la esencia de la esencia. Todo depende de la comida y la bebida. La diferencia de la esencia es sólo diferencia del nutriente" (Sämtliche Werke, X, 13-14)
Aquí tenemos, apenas señalada, la preocupación de Feuerbach por el cuerpo y, en consecuencia, por los nutrientes y alimentos. Se trata, como se aprecia, de una crítica al Idealismo metafísico alemán del siglo XIX. Es la afirmación de que para que haya espíritu (Geist), es necesario su sustrato corpóreo, su sustento físico. Es el rechazo por parte de Feuerbach a esa idea de que el "Uno y Todo" no sólo spinoziano sino también hegeliano (caso a parte el de Fichte y el de Schelling) no es ni puede ser entendido como mera actividad espiritual, abstracta, indefinida e inmaterial. Como diría Feuerbach: "La materia es el presupuesto del espíritu".
De aquí, de esta defensa del ser corpóreo, sensiblemente definido, Feuerbach va más allá, pero en un sentido irónico -¡entiéndase bien!- afirmando que, en último término, dado que todo Ser es necesariamente materia, es también, consecuentemente, producto de la materia que ingiere y le conforma -producto de su comida y su bebida.
Siguiendo un silogismo, y dado que Feuerbach no niega la realidad espiritual del ser humano, sino que la sustenta sobre su base material, llega a afirmar que dado que el espíritu depende del cuerpo, y el cuerpo de los alimentos, así el espíritu depende del alimento. Tan radical es el sentido hiperbólico de Feuerbach que toda la esencia del ser humano -cuerpo y alma- viene definida por los nutrientes y alimentos. Siguiendo con la misma obra de 1850, dice Feuerbach, no sin un cierto sentido jocoso:
"La naturaleza ha establecido que el hombre consuma cuerpos nitrogenados, pues el nitrógeno es componente esencial de la sangre; pero el ordenamiento estatal establece lo incontable en lo referente a los alimentos que carecen de esta sustancia esencial de la sangre. Un alimento tal, inhumano y antinatural, es, entre todos, la patata, la cual –tal y como ocurre entre las clases populares más pobres- es el único o incluso principal alimento [...] Por ello se dio entre nosotros la victoria de la Reacción, el ignominioso desarrollo y fin de nuestra tal llamada Revolución de Marzo, pues también entre nosotros la mayor parte del pueblo se compone de –y a través de- patatas. ¿Debemos por eso, sin embargo, desesperarnos? ¿No hay ninguna sustancia que pueda sustituir a las patatas entre las clases pobres del pueblo, que pueda imbuir a su vez al pueblo de entendimiento viril y fuerza de acción? ¡Sí! Hay un elemento tal que constituye un futuro mejor para el ciudadano, que contiene el germen de una nueva –así como también lenta y gradual-, pero, por tanto, sólida Revolución: se trata de las sustancia del guisante" (Sämtliche Werke, X, 22-23)
Aquí Feuerbach llega a insinuar que la imposibilidad de una revolución liberal en Alemania tras el fracaso de la de 1848 se debe al ordenamiento jurídico-estatal que acaba condenando al pueblo llano al cosumo de patatas y negándole los necesarios "cuerpos nitrogenados", siendo la falta de los mismos lo que convierte en dócil al pueblo germano. La solución que propone Feuerbach: ¡cambiar el alimento básico del pueblo por guisantes! No olvidemos, en cualquier caso, que Feuerbach no abandona el tono jocoso en tales afirmaciones.
La conclusión de Feuerbach, en definitiva -y aquí es donde aparece la famosa sentencia- es la siguiente:
Vemos a su vez aquí qué importante significado tanto ético como político tiene la enseñanza de los alimentos para el pueblo. La comida llega a la sangre, la sangre al corazón y al cerebro, al pensamiento y a las formas de entendimiento. El alimento humano es el fundamento de la formación y el entendimiento humanos. ¿Queréis mejorar al pueblo? Dadle entonces, en vez de declamaciones contra el pecado, mejores comidas. El hombre es lo que come. Quien sólo degusta alimentación vegetal, es también sólo una esencia vegetativa, carece de fuerza activa (Sämtliche Werke, X, 22)
Hasta aquí lo que concierne a la obra de 1850 arriba citada. Pregunto yo a mis amigos "dorguthianos" (del cual hice ya mención en el post anterior sobre este tema): ¿Dónde se deja ver un materialismo reduccionista-mecanicista en la frase y el pensamiento de Feuerbach?¿Acaso no se entiende -no se quiere entender- el sentido ontológico y antropológico de sus palabras? ¿No se ve cómo Feuerbach no hace más que recurrir a la hipérbole para afirmar la corporeidad y sensualidad [Sinnlichkeit] como sustrato material de toda actividad espiritual? Si se toman las palabras de Feuerbach en un sentido reduccionista, sin profundizar en su significado, llegamos a las conclusiones mecanicistas de Dorguth y cía.; si tomamos su sentido hiperbólico desde una visión parcial, caemos en la opinión gramsciana y podemos imaginar -si así lo queremos- un pre-materialismo histórico. Pero, en definitiva, como decía más arriba, toda exégesis necesita de su contextualización.
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Como nota final y curiosidad, es de destacar que las frase de Feuerbach "el hombre es lo que come" tuvo tanta incidencia en su época -y fue tan mal entendida- que el propio filósofo, 12 años después, en 1862, pubicaría otra obra en el mismo sentido cuyo título, más provocador si cabe, es el de Das Geheimnis des Opfers oder Der Mensch ist, was er isst (="El misterio de la ofrenda, o el hombre es lo que come"). En ésta, y siguiendo con su crítica a la religión iniciada con su más conocida obra ("La esencia del cristianismo"), Feuerbach aplica el sentido de su crítica materialista a la cítica religiosa, no sin antes hacer referencia, jocosamente una vez más, a su conocida máxima y al sentido materialista de su filosofía de la siguiente manera. Y cito:
La frase: “el hombre es lo que come” (...) es la única frase de mis escrito hace tiempo “difundidos” que aún resuena en los oídos de algunas personas, pero sólo como una disonancia ofensiva al honor de la filosofía y cultura alemanas. Pero precisamente esta cacofonía, esta disonancia, me ha puesto de tan buen humor que no podía dejar de convertir este famoso juego de palabras en el tema de un único y peculiar trabajo. En este trabajo, la principal objeción de mis palabras no es otra cosa que la solución al enigma de la religión; aquí tomo en consideración todos los diferentes enigmas del espíritu humano sólo en relación a la religión, al fundamento o causa de ella misma. Así mismo, sin embargo, soy, como es sabido, un materialista tan pésimo (...) que no sé que el hombre no sólo come, sino que también bebe [Nota mía: Se trata de un juego de palabras: el hombre es, ist, lo que come, isst, y no lo que bebe, trinkt, porque esto último rompería la rima] (Sämtliche Werke, X, 41).
Y acabo, que la entrada se está alargando mucho: Feuerbach considera aquí, en esta obra de 1862, la ofrenda de alimentos y bebidas a la divinidad, precisamente, como una forma de supeditación del hombre a dicha divinidad. Lo que se le ofrece al dios de turno no es otra cosa que el sustento básico, esencial, del hombre. Feuerbach ve en estas ofrendas, precisamente, una expresión más del proceso de alienación que lleva a cabo la teología. Al dar a Dios lo que en esencia vital nos pertenecería, estamos depositando en Él, una vez más, nuestras propias condiciones de posibilidad de existencia. Por eso, continuando la máxima feuerbachiana: El hombre ofrenda a Dios lo que come; y lo que come, es lo que él es; el hombre se da a sí mismo a Dios, se sacrifica a Dios, enajena y aliena su esencia.
Entender en su significación la máxima de Feuerbach de que “el hombre es lo que come”, implica darle un sentido fuerte al verbo “ser”. El hombre, es, existe, vive, en la medida en que se alimenta. Y ciertamente no se alimenta de ideas, de pensamientos. Igual que el hombre come e ingiere elementos propios de la naturaleza sensible, en la misma medida, el hombre es, esencialmente, un ser así mismo sensible, corpóreo, carnal. Esta afirmación del cuerpo y, en último término, de la finitud del hombre, es un ataque a la filosofía especulativa por un lado y a la teología por otro. Es una afirmación, una defensa, del principio de Sinnlichkeit (=Sensualidad) que define la totalidad de lo real; es, también, una defensa del "hic et nunc” y, por tanto, una reafirmación existencial en su sentido más pleno...