Pues creo que con esta entrada acabo ya con el tema que nos ocupa, sobre Teoría Feminista. Y como no podía ser de otro modo, el post de hoy va dedicado a una de las últimas corrientes a este respecto ya que la teoría queer, como la que se recoge en la obra de Judith Butler, supone un importante momento dentro de la teoría feminista.

Por lo demás, resulta obvio que la intención de la teoría queer es decididamente política, en la medida en que reconoce que todo lo social se halla incluido en las dinámicas de poder y, por tanto, supone una cuestión política. Pero intentemos analizar, pues, en qué medida la nominación y la fuerza del lenguaje presentan sus capacidades –y límites-, en la construcción del sujeto y de su indentidad.
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El concepto de "interperlación ideológica" (Althusser), del que se nutre la teoría queer para comprender el proceso de contrucción de la identidad, se ha de entender como el mecanismo por el cual los aparatos de dominación actúan sobre los individuos para convertirlos en sujetos de su propia estructura de poder. Es decir, es mediante el proceso de reconocernos a nosotros mismo y darnos una identidad, definiéndonos, como se genera una “ilusión” –según la cual tal identidad ha existido siempre, incluso de forma previa a la constitución del sujeto-, por la que, mediante diversos mecanismos se esencializa esa identidad construida, resignificándose el pasado, presente y futuro de un sujeto. Se trata, por tanto, de un acto en toda regla performativo. Ahora bien, en la medida en que esta construcción se realiza mediante la nominación, Butler no es ajena a la crítica de Derrida al preformativo de Austin.
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Austin distingue entre los actos de habla constatativos, caracterizados por su función descriptiva y, por tanto, contrastables con la realidad, y los actos de habla preformativos, que son aquellos que implican una acción sobre la realidad, construyéndola en la medida en que "decir algo equivale a hacer algo". Pero Austin considera que todo acto preformativo depende para su éxito de un contexto determinado en el que el sujeto pueda ser libre, consciente y responsable de sus propios actos preformativos. Sin embargo, para Derrida los performativos tienen una capacidad mayor. Pues, en tanto que signos lingüísticos, se caracterizan por la iterabilidad y son susceptibles de ser citados y aplicados en infinidad de contextos, engendrando así contextos nuevos diferentes al original en el que se engendró. Desde esta concepción derridiana, se sigue que la capacidad que el carácter preformativo de la identidad a través de la nominación, supone la posibilidad de crear significados y contextos distintos diferentes de aquellos en los que surgen originalmente. Aunque cada una de las determinaciones del significado de una identidad, sólo lo es costa de la represión o exclusión de otras posibles alternativas; pues las identidades no sólo se definen en sentido afirmativo, sino también, dado su carácter necesariamente incompleto, también en sentido negativo con respecto a otras identidades posibles.
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En definitiva, la teoría queer puede explicar cómo se construyen las identidades y el importante papel que tiene esa construcción en la creación de órdenes contextuales, sociales y políticos. Pero no puede renunciar al concepto de identidad, pues ésta es necesaria para las políticas concretas (a pesar de las exclusiones que realiza).