

"LA CONCIENCIA DEL MUNDO ES MEDIATIZADA POR EL YO MEDIANTE LA CONCIENCIA DEL TÚ. ASÍ EL HOMBRE ES EL DIOS DEL HOMBRE"[...]"EL AMOR AL HOMBRE NO PUEDE SER DERIVADO, DEBE SER ORIGINAL. [...] EL AMOR DEL HOMBRE DEBE SER PRÁCTICAMENTE LA LEY PRIMERA Y SUPREMA. Homo homini deus est; ÉSTE ES EL PRIMER PRINCIPIO PRÁCTICO, ÉSTE ES EL MOMENTO CRÍTICO DE LA HISTORIA DEL MUNDO".(L. Feuerbach)
Sí, efectivamente, suscribo las palabras de Feuerbach: "El hombre es lo que come" (Der Mensch ist was er isst). La frase, conocida y popularizada, de hecho, se la debemos a él. Conocido es también el materialismo antropológico que define la obra y pensamiento de Ludwig Feuerbach. Ahora bien, para mi sorpresa, me he encontrado recientemente con más de un "intelectual" que pretende deducir de esta y otras máximas feuerbachianas, así como de algunas de sus úlitmas obras, cierta interpretación mecanicista de la filosofía de Feuerbach.
"¡Doctos señores!" -les pregunto yo- "¿Se han molestado Ud. en leer a Feuerbach? ¿O acaso se han limitado a elucubraciones y entelequias propias de esa filosofía y modo de pensar que tanto denostaba el propio Feuerbach?"
En primer lugar, no hay lugar, no es posible -¡soberana traición al pensamiento de Feuerbach!-querer ver en el filósofo de Brückberg contenido mecanicista alguno. Él mismo se opuso, de hecho, con fuerza y vehemencia, al mecanicismo francés del siglo XVIII. Por otro lado, tampoco el materialismo de Feuerbach es reduccionista. De hecho, Feuerbach polemizó con Friedrich Dorguth (defensor de un mecanicismo que reducía el pensamiento a meras funciones cerebrales) expresándose en los siguientes términos. Y cito:
"¿Cómo puede el hombre llegar a concebir la materia, cómo puede llamar cuerpo a su cuerpo, si él no fuese más que cuerpo? No es posible que exista el concepto de materia allí donde únicamente hay materia. Si el pensamiento fuese... una manfestación de la materia..., entnces sería imposible fijar como objeto el cuerpo, la materia, pensarla y nombrarla como materia: porque no nos diferenciaríamos de ella... La materia sólo se conoce en contraposición con el espíritu. La materia sólo existe para n ser diferente de la materia, más exactamente, para un ser que se diferencia a sí mismo de la misma, como la oscuridad sólo existe para el que ve y no para el ciego"(Gesammelte Werke, II, 140)
"No es su materialismo lo que no me agrada, sino que su falso, su impuro, su... autocontradictorio materialismo es lo que no puedo comprender... El materialismo es simplemente poder pensar la materia no como una ley, sino sólo como ser. Cuando Ud. dice: la materia piensa, siente, eso no quiere decir otra cosa que la materia es actividad, es origen, es esencia autosuficiente" (Gesammelte Werke, XVII, 346).
"La afirmación de Feuerbach: "el hombre es lo que come", tomada en sí, puede ser interpretada diversamente. Interpretación mezquina y tonta: el hombre, en cada oportunidad, es lo que materialmente come, esto es, las comidas tienen una inmediata influencia determinante sobre el modo de pensar. Recordadla afirmación de Amadeo de que si se supiese lo que un hombre ha comido antes de un discurso, por ejemplo, se estaría en mejores condiciones de interpretar el discurso mismo. Afirmación infantil y, de hecho, extraña a la ciencia positiva, puesto que el cerebro no se nutre de habas y de trufas, dado que los alimentos consiguen reconstruir las moléculas del cerebro al ser transformados en sustancias homogéneas y asimilables, que tienen la "misma naturaleza" potencial de las moléculas cerebrales. Si la referida afirmación fuese verdadera, la historia tendría su matriz determinante en la cocina y las revoluciones coincidirían con los cambios radicales en la alimentación de las masas. Lo contrario es históricamente cierto: las revoluciones y el complejo desarrollo histórico han modificado la alimentación y creado los "gustos" sucesivos en la elección de los alimentos. No es la siembra regular del trigo lo que ha hecho cesar el nomadismo, sino, al contrario, las condiciones que se oponían al nomadismo han conducido a las siembras regulares". (El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce, Ed. Nueva visión, 1973, p. 36)
Claro está, Gramsci está anticipando, en la línea de su peculiar marxismo, una interpretación de Feuerbach que pretende conducir a esa antropología marxiana -y por lo demás, cierta- que considera al hombre como producto de las relaciones sociales. Así, sigue el propio Gramsci:
"(...) es cierto que el el hombre es lo que come en cuanto la alimentación es una de las expresiones de las relaciones sociales en su conjunto, y cada grupo social tiene su alimentación fundamental; pero al mismo tiempo puede decirse que "el hombre es su vestimenta", "el hombre es su hogar", "el hombre es su particular modo de reproducirse, es decir, su familia"; dado que la alimentación, la vestimenta, la casa, la reproducción, son elementos de la vida social en los cuales, del modo más evidente y amplio (es decir, masivo) se manifiesta el complejo de las relaciones sociales" (Gramsci, 1973:37)
"En el caso de la distinción masculino/femenino, consiste en pensar que las distinciones elementales de la Naturaleza se manifiestan en la identidad sexual, un conjunto de criterios comunes a las diversas culturas para distinguir al hombre de la mujer. El fundacionalismo biológico y la concepción de la identidad sexual como perchero constituyen un obstáculo para la auténtica comprensión de las diferencias entre las mujeres, entre los hombres y entre quienes se consideran una cosa u otra". [1]
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,dejar atrás un sótano más negroque mi reputación —y ya es decir—,poner visillos blancosy tomar criada, renunciar a la vida de bohemio,si vienes luego tú, pelmazo,embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,zángano de colemena, inútil, cacaseno,con tus manos lavadas,a comer en mi plato y a ensuciar la casa?Te acompañan las barras de los baresúltimos de la noche, los chulos, las floristas,las calles muertas de la madrugaday los ascensores de luz amarillacuando llegas, borracho,y te paras a verte en el espejola cara destruida,con ojos todavía violentosque no quieres cerrar. Y si te increpo,te ríes, me recuerdas el pasadoy dices que envejezco.Podría recordarte que ya no tienes gracia.Que tu estilo casual y que tu desenfadoresultan truculentoscuando se tienen más de treinta años,y que tu encantadorasonrisa de muchacho soñoliento—seguro de gustar— es un resto penoso,un intento patético.Mientras que tú me miras con tus ojosde verdadero huérfano, y me llorasy me prometes ya no hacerlo.¡Si no fueses tan puta!Y si yo supiese, hace ya tiempo,que tú eres fuerte cuando yo soy débily que eres débil cuando me enfurezco...De tus regresos guardo una impresión confusade pánico, de pena y descontento,y la desesperanzay la impaciencia y el resentimientode volver a sufrir, otra vez más,la humillación imperdonablede la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,como quien va al infiernopara dormir contigo.Muriendo a cada paso de impotencia,tropezando con mueblesa tientas, cruzaremos el pisotorpemente abrazados, vacilandode alcohol y de sollozos reprimidos.¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,y la más innobleque es amarse a sí mismo!
El primero que, habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir: esto es mío, y encontró gentes lo bastante simples para creerlo, ése fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores no habría evitado al género humano aquel que, arrancando las estacas o allanando el cerco, hubiese gritado a sus semejantes: “guardaos de escuchar a este impostor, estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie!”
Así, de cualquier modo que se consideren las cosas, el derecho de esclavitud es nulo, no sólo porque es ilegítimo, sino porque es absurdo y no significa nada. Las palabras “esclavitud” y “derecho” son contradictorias y se excluyen mutuamente. El siguiente discurso será siempre igual de insensato, sea dirigido por un hombre a otro, o por un hombre a un pueblo: “Hago contigo un convenio en perjuicio tuyo y en beneficio mío, que respetaré mientras me plazca y que tú acatarás mientras me parezca bien.”
Hay que distinguir claramente la libertad natural, que no tiene más límites que las fuerzas del individuo, de la libertad civil, que está limitada por la voluntad general, así como la posesión, que no es más que el efecto de la fuerza o el derecho del primer ocupante, de la propiedad, que no puede fundamentarse más que en un título positivo […], el trabajo y el cultivo, único signo de propiedad que, a falta de títulos jurídicos, debe ser respetado por los demás.
En efecto, conceder a la necesidad y al trabajo el derecho de primer ocupante, ¿no es otorgarle la amplitud máxima que puede tener? ¿Es factible no poner límites a este derecho? ¿Será suficiente con poner los pies en un terreno común para pretender convertirse en su dueño?
El acto positivo que hace a un hombre propietario de algún bien le excluye de los restantes. Establecida su parte, debe contentarse con ella, y no tiene ya ningún derecho sobre los bienes comunes.
El derecho que tiene cada particular sobre su bien está siempre subordinado al derecho que tiene la comunidad sobre todos, sin lo cual no habría ni solidez en el vínculo social ni fuerza real en el ejercicio de la soberanía.