Cerraba el post anterior sobre Teoría Feminista afirmando que la lucha feminista, como tal, es mucho anterior a la aparición de un corpus sistematizado de reflexión filosófica en torno al -y desde el- feminismo; y que la Teoría Feminista, como tal, no se desarrolla hasta los años '70 del siglo XX ("tercera oleada del feminismo").
De hecho, en lo referente a los momentos del feminismo, si bien es usual hablar de tres “oleadas”, yo creo que, siguiendo a Celia Amorós, es más conveniente reconocer "cuatro olas" y no tres. En este sentido, podríamos definir la primera ola del feminismo como aquella que corresponde al siglo de la Ilustración. Aunque este primer momento suele ser obviado dentro de las construcciones diacrónicas del feminismo, creo no podemos menos que considerar que en el siglo XVIII se abrió una primera puerta a la esperanza en el momento en que la defensa del valor de la igualdad suponía la posibilidad de subterfugio de todo tipo de dominación y subordinación, incluido las de las mujeres. Un ejemplo paradigmático de lo dicho, lo constitye, por ejemplo, el papel desempeñado durante la Revolución Francesa por Théroigne de Méricourt, conocida como la "Primera amazona de la Libertad". Considerado ésto, la segunda ola del feminismo haría referencia, por tanto, a la lucha sufragista del siglo XIX.
El feminismo de las primeras épocas partirá, en cualquier caso, de un concepto de igualdad según el cual las diferencias, reconocidas, entre hombres y mujeres no han de suponer, en ningún caso, una desigualdad en la capacidad de razonar, queriendo ésta ser neutral con respecto del sexo. Sin embargo, con la tercera ola (años `70) se empieza a problematizar la importancia de esas diferencias entre sexos y su posible influencia en relación con el concepto de igualdad. Y será entonces cuando la Teoría Feminista adquiera un papel crucial en la elaboración teórico-práctica (praxis) de nuevos instrumentos y estrategias –por ejemplo, modelos explicativos tales como el concepto de género y el sistema sexo/género- desde los que construir la crítica contra el patriarcado como sistema universal de poder y dominación.
El feminismo de las primeras épocas partirá, en cualquier caso, de un concepto de igualdad según el cual las diferencias, reconocidas, entre hombres y mujeres no han de suponer, en ningún caso, una desigualdad en la capacidad de razonar, queriendo ésta ser neutral con respecto del sexo. Sin embargo, con la tercera ola (años `70) se empieza a problematizar la importancia de esas diferencias entre sexos y su posible influencia en relación con el concepto de igualdad. Y será entonces cuando la Teoría Feminista adquiera un papel crucial en la elaboración teórico-práctica (praxis) de nuevos instrumentos y estrategias –por ejemplo, modelos explicativos tales como el concepto de género y el sistema sexo/género- desde los que construir la crítica contra el patriarcado como sistema universal de poder y dominación.
Sin embargo, precisamente gracias a este desarrollo de la Teoría Feminista, se irá produciendo paulatinamente una mayor relevancia del feminismo de la diferencia, es decir, aquel que ve en la subjetividad “femenina” un hecho diferencial sustantivo y radical que necesita ser reafirmado para conseguirse una auténtica emancipación y liberación de las mujeres, llegando incluso a realizar una considerable intento de deconstrucción del concepto de mujer y lo femenino definido desde los patrones patriarcales.
Posteriormente, se producirá también un aumento de la conciencia de la diferencia no sólo entre mujeres y hombres, sino también entre las propias mujeres. Las diferencias de clase, de sexualidad, étnicas, ideológicas, religiosas,… todas ellas, configuran un panorama aún más complejo del que pueda parecer a simple vista, y por ello resulta más difícil hablar de forma genérica de una experiencia única de las mujeres. Muchas feministas y teóricas del feminismo renunciarán, por tanto, a un concepto de mujer único definido desde los parámetros de “mujer blanca, occidental, heterosexual, de clase media-alta”: será lo que denominaremos cuarta ola del feminismo.
Finalmente, conviene mencionar que la controversia entre el feminismo de la igualdad y el de la diferencia ocasiona, en ambas partes, problemas a tener en cuenta dentro de la Teoría Feminista. Por un lado, el feminismo de la diferencia, en su punto más extremo, y al renunciar al concepto de sujeto femenino –por considerarlo una construcción sometida desde los parámetros patriarcales-, problematiza el que se puedan encontrar estrategias políticas para un sujeto sometido al que ya de por sí renuncian, siendo difícil tratar adecuadamente la subordinación de las mujeres. Y por otro, cuando defiende el hecho sustancial y diferencial de ser mujer, no puede evitar caer, contradictoriamente, en cierto esencialismo. Por su parte, el feminismo de la igualdad no puede renunciar a un concepto de sujeto femenino –a pesar de ser un sujeto construido y sometido-, ni a un concepto de igualdad universalista construido desde los parámetros del patriarcado. Por ello, el actual camino en la Teoría Feminista consiste, principalmente, en la búsqueda de un nuevo concepto de igualdad que a su vez sea sensible a tales diferencias, pudiéndose reconciliar en parte ambas posturas.
Quizás, al fin y al cabo, la emancipación de la mujer es una cuestión en la que la teoría, lo general, no puede imponerse sobre la vivencia personal y privada de cada una de las mujeres concretas y determinadas, de forma tal que cada una de ellas es la que debería, en último término, tener la última palabra sobre su proyecto emancipatorio propio. Ya que no dejamos de movernos en el terreno filosófico, cuanto más rica, diversa -e incluso divergente- sea la Teoría Feminista, más herramientas conceptuales -y por tanto, posibilidades- podremos tener para, desde nuestras esferas de actuación, dinamitar las estructuras del Patriarcado moderno. Sobre este concepto, en cualquier caso, me centraré en una tercera entrega de esta serie de posts.
Todo esto de la Teoría feminista está muy bien, pero hay que bajarse a la arena: ¿qué opinas de los 'cupos' para mujeres en política, en la administración , en la empresa...?
ResponderEliminarHola Emilio: la verdad es que lo de los cuotas fijas destinadas a las mujeres es un tema problemático. Obviamente, podría parecer que con ellas se atenta al principio de "Igualdad" al producirse, en muchos casos, una discriminación positiva. Pero no podemos olvidar que Igualdad no significa Igualitarismo, sino más bien tratar de forma distinta situaciones distintas. En caso contrario, lo que se dañaría sería el principio de Justicia, que es el que aquí está en juego.
ResponderEliminarPor otro lado, es cierto que la creación de "sentido" en la sociedad no puede hacerse únicamente a base de leyes, imponiendo un proceso artificial de paridad. El "sentido", más bien, es algo omniabarcante y difuso que desarrolla por sí misma la acción social potenciada por la "sociedad civil". No depende, pues, del legislador. Esto me hace pensar, pues, que una Ley de Igualdad que no entre diálogo con los agentes sociales, haciéndoles partícipes, tendrá muy poco recorrido...
En cualquier caso, mientras eso se produce, mientras el "sentido" de una sociedad fundada en la no-discriminación sexista se desarrolla, la imposición legal -sin ser la solución final- sí que constituye, creo yo, un mecanismo necesario pero transitorio....
Un saludo ;)
¡Buenas noches!
ResponderEliminarBueno, ojeando por encima tu blog, veo que tenemos infinidad de inquietudes afines, así que paso a ser seguidora tuya y te enlazo a mi bitácora para seguirte y tenerte más cerca.
Con respeto a la entrada, difícil y compleja el contenido y el tema a tratar, después de algo mas de 3 siglos, la mujeres siguen siendo discriminadas, seguimos demandando igualdad, aunque también entra en juego el respeto mutuo entre los dos sexos, si sintiéramos más respeto los unos por los otros, creo que conseguiríamos que la igualdad no fuera señal ni indicio de discriminación, por ambas partes.
Hola Ruth: Un saludo desde ya, y espero que te sientas como en casa por aquí :)
ResponderEliminarRespecto a tu comentario, estoy totalmente de acuerdo. El "respeto activo" (la palabra tolerancia nunca me gustó) creo que es la clave. Respeto, en definitiva, a todo ser humano, por el mero hecho de serlo, sin consideración de sexo, género, etnia (tampoco es aplicable el térmmino "raza" a la humanidad),color, religión, etc...
Saludos!
Gracias por responder a mi comentario. Ahora ya puedo decir que no pretendía ponerte en un aprieto, sino ver tu punto de vista sobre una cuestión que más de uno no tenemos muy clara.
ResponderEliminarEn líneas generales estoy de acuerdo con tu respuesta.
El problema son las situaciones concretas:
Hace poco a cierta persona lo quitaron de un cargo por el tema de las cuotas: ¿argumento real o simple argucia?
Hola Emilio: Pues sí, el dolor de cabeza nos lo trae siempre -o casi siempre- la puesta en práctica de ideas más o menos fundadas y que en la teoría siempre quedan muy bien y muy bonitas. Pero eso -para bien o para mal- es algo consustancial al ser humano. Supongo que si existieran mecanismo de control eficaces y no "excesivamente" politizados, otro gallo cantaría...
ResponderEliminarEn cualquier caso, supongo que la persona encargada de tomar una decisión de ese tipo (en función de las cuotas) debe, en último, ponderar y valorar pros y contras en cada uno de los casos concretos. Aunque bueno, no olvidemos que los "gestores" también tienen sus propios intereses :P
Aún así, que se haga mal uso de determinadas leyes, no significa que éstas -las leyes-, que deben crear simplemte un marco normativo fundado en principios de Justicia, sean por ello "leyes injustas" (eso sí, repito lo de antes: no son una panacea, sino un parche transitorio, en el caso que nos ocupa).
Saludos :)